Temperaturas entre 20 °C y 35 °C representan un rango óptimo para el crecimiento de bacterias Gram negativas, hongos y levaduras. Localizados en el agua, las materias primas o las instalaciones, los microorganismos muestran tasas de crecimiento exponencial en estas condiciones de temperatura, por lo que contaminaciones débiles a veces no detectables en invierno son descubiertas con el aumento de las temperaturas
Debemos tener en cuenta además que el aumento de temperatura puede afectar también en cierto grado a la estabilidad de ciertos conservantes que utilizamos para proteger a nuestros productos, por lo que la situación se vuelve todavía más favorable para los microorganismos.
Las estrategias de prevención no deberían variar mucho de las que aplicamos en otras épocas del año, puesto que en todo momento debemos minimizar el riesgo de contaminación microbiológica, ya que contaminaciones microbiológicas detectadas en verano pueden haberse originado bastantes meses antes
Destacaríamos:
– Seguimiento estricto de los rotocolos de limpieza y desinfección de las instalaciones.
– Controles microbiológicos periódicos de las instalaciones así como del agua, de las materias primas y de los productos terminados para intentar una detección temprana de desviaciones.
– Pruebas que confirmen la estabilidad de los conservantes a las temperaturas que pueden alcanzar nuestros productos en verano.
– Formación específica de los operarios sobre conceptos básicos en microbiología para la fabricación de productos químicos.
En conclusión, el verano representa un desafío más en la lucha contra las contaminaciones microbiológicas de los productos químicos. Aplicar las diferentes estrategias diseñadas para minimizar el riesgo de contaminaciones microbiológicas, no solo en verano, sino durante todo el año, es la mejor garantía para evitar los problemas microbiológicos.